La transición no pudo estar excenta de sorpresas. La noche del 4 de noviembre del 2017 tenía que haber algún suceso que recordara la complicada manera en la que un día de noviembre de 1977 iniciaría mi vida.
Doble vuelta del cordón umbilical, provocó un leve daño fetal que hasta el día de hoy puedo sentir, mediante unas migrañas que pueden postrarme de dolor. Tengo dos grandes ventajas: conozco la medicación que me ayuda si la tomo a tiempo y conozco el valor del dolor, que en esta sociedad moderna es más bien despreciado.
Son 4 países en los que he vivido, he llegando a experimentar no sólo a su gente, idiosincracia, pero también las fatigas y complicaciones de estar sola, sin parientes y a veces sin amigos que te tiendan la mano. Lo que parecía ser sólo una aventura nómada, es uno de los pilares que ha forjado mi manera de abordar la vida. Al final, y contra el deseo de querer seguir viviendo como nómada, terminé aceptando que tenía que volver acá, a la realidad boliviana.
Las personas que no me conocen, creen que soy mucho menor de edad. Yo bromeo e indico que es el hecho de no tener un esposo o hijos. Al parecer estos dos importantes componentes de la vida si dejan huellas en el rostro. Si bien he quedado con más ahijados de los que imaginé, el grado de compromiso y dedicación que ellos demandan, no se compara al de tener la familia propia.
Puedo bromear sobre mi edad, sin embargo creo que he pasado situaciones que pocos ahora atraviesan y que nos dejan en un punto crítico, donde dejamos hace años de tomarnos la vida a la ligera. Aún escucho entre mis contemoporáneos sus planes para ir a bailar, a festejar, a divertirse... En contraste, yo en estos años de vida, he asistido a más velorios que a esas pachangas. Estos últimos 3 meses, han sido aún más vertiginosos y con cada fallecimiento, tengo la bendición de poder meditar sobre la muerte, sobre los múltiples errores cometidos y sobre la infinita deuda que tengo con mi Creador.
Durante años yo comandé en mi vida, me dirigí a donde quise e hice lo que fueron mis caprichos. Más ahora constantemente repito el primer verso del poema de san Agustín:
¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva,
tarde te amé! y tú estabas dentro de mí y yo afuera,
y así por de fuera te buscaba; y, deforme como era,
me lanzaba sobre estas cosas que tú creaste.
Los que me conocieron antes, podrán decir que yo no soy como cuando me conocieron. Ese es el triunfo de Dios, pues ha trocado mi vida y aceptando su yugo, he pasado de caminar en la vía amplia y cómoda, a la vía angosta y empinada. Pero aprecio y valoro más este caminito que me ha trazado, que el que yo había planeado.
Esta Santa Trinidad, quiso desde hace mucho Reinar en mi vida, pero yo no la dejaba. Poco a poco fue cayendo sobre mi corazón las gotas de ese Amor, hasta que un día, en pleno abismo de oscuridad, donde experimenté la sensación más desconsoladora, la incertidumbre más honda y el vació más desesperante, finalmente ese caparazón que resistía se quebró. Como san Agustín, mi transición no ha sido inmediata, mi abandono al mundo ha sucedido poco a poco.
Con cada ser querido que deja este mundo, tengo la oportunidad de pensar que es una gran Gracia el día que aún tengo, las horas de vida que aún transcurren. Aún tengo oportunidad de hacer penitencia por mis tantas faltas, aún puedo avanzar un paso más en esta empinada subida. El que partió ¿tuvo esa misma oportunidad?
Me siento profundamente agradecida, que llego a esta nueva etapa en mi vida, habiendo dejado las riendas de la misma al Dueño de la vida misma. Bajo el cobjijo de la Madre Celestial, aprendo cada día a amar la Guia de su Amado Hijo. Quizás parecemos los más débiles porque en este presente tan sumido en el ego y el relativismo, parecemos los locos que se dejan guiar por aquel a quién no pueden ver.
Pero cada que miro atrás, y veo hacía donde me iba conduciendo, me afirman que aquello no iba a terminar bien. Era casi como buscar estrellarse a la máxima velocidad posible contra un muro de concreto. Hoy es más fácil afrontar la partida de un ser querido, el fin de una amistad (porque estoy demasiado loca por Jesús como para poner por delante una amistad), el perder y la carencia de bienes materiales.
Hoy atesoro la Voz y la Luz en medio de tanta tiniebla, que me acogieron dulzemente en una tierna caricia, dándome la certeza que a pesar de la oscuridad, Él no se cambia. Más aún, es un tesoro haber vuelto a la Santa Iglesia Católica, a la que muchos critican sin conocer ni el 10 %.
¿Cuántos hoy se pierden porque al percibir lo mismo en medio de sus tinieblas, rechazan petulántemente al Dios de la Vida? Y así, en medio de ellos, los que aceptamos a Su Majestad, vamos haciendo el camino, aceptando las injurias e insultos, los ataques y desprecio...todo con profundo amor, porque luego de un tiempo, uno halla que todo esto lo puede unir a la Pasión de Jesús y allí cobra sentido el atravesar sufrimientos en esta vida.
De profundis clamavi ad te, Domine; Domine exaudi vocem meam.
Fiant aures tuae intendentes in vocem deprecationis meae.
Si iniquitates observaveris,Domine, Domine, quis sustinebit?
Quis apud te propitiatio est, et propter legem tuam, sustinui te, Domine.
Sustinuit anima mea in verbo eius; speravit anima mea in Domino.
A custodia matutina usque ad noctem, sperat Israel in Domino.
Quia apud Dominum misericordia, et copiosa apud eum redemptio.
Et ipse redimet Israel ex omnibus iniquitatibus eius.
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