Desde mi nacimiento mis
padres me criaron en la Iglesia Católica. Asistí a un colegio
"Católico" y pensé que eso era todo lo que había dentro de esta
Iglesia. Con el paso de los años empecé a entender la Misa Ordinaria, que es el
único rito que se celebra en mi país.
Hace 5 años retorné
definitivamente a casa, luego de mucha confusión, pruebas y renuncias. Mucho
ayudó el ver el compromiso con la Fe por parte de varias personas en Estados
Unidos. Allí aprendí temas que no se tocan en las catequesis de preparación a
los sacramentos en la ciudad donde vivo ahora.
En esta búsqueda empecé a
cuestionar si el rito en el que yo nací y crecí era todo lo que había. En la
lectura de distintos textos del Vaticano II, descubrí que varias cosas ahora se
permitían y muchas de las que yo veía no estaban ni siquiera mencionadas allí.
Un documento, conecta a otro y cuando fue el momento empecé a leer sobre el
rito que ahora llaman extraordinario o como muchos le llaman despectivamente
Misa en latín.
Ya en Estados Unidos me
sorprendió ver muchas jóvenes usando el velo en Misa y Adoración Eucarística.
Por ello, también leí sobre esta costumbre y llegó un día en que decidí que era
mi turno. Poco a poco busqué incorporar a mi vida de oración un reto más
(además de ampliar el tiempo) y empecé a aprender el rezo del Padre Nuestro y
el Ave María en latín. Luego vinieron los videos de Misas celebradas por Santo
Padre Pio de Pietrelcina y papa Pio XII. Es importante recordar que el Papa
Benedicto XVI en el Motu Proprio "Summorum Pontificum" reitera
la unidad del Rito Romano o Latino, el cual se expresa en dos formas: la
Ordinaria y la Extraordinaria. Sin embargo, muchos pasan por alto este
documento.
Luego de esta revisión fue
evidente que mi curiosidad creció a un punto máximo. Empecé a preguntar y nadie
en mi país celebraba este rito antiguo. Empecé a buscar en países vecinos,
encontré algunos lugares donde quizás podría ir. Quise ir al encuentro sobre Liturgia
Sacra en Nueva York, pero el tema económico y de tiempo no coincidían. Cuando
me resigné a dejar esta inquietud, encontré un día el anuncio del congreso en
Chile del Summorun Pontificum.
Cuando revisé la
factibilidad de asistir, todo dio positivo. Entonces para qué esperar más?.
El primer día donde hubo la
celebración de Misa por la mañana, me fui directo al rito extraordinario. Un
poco nerviosa porque aun no domino las posiciones y no tenía un misal. Al
final, en caso de duda uno puede permanecer de rodillas y no hay problema. La
primera impresión de la Misa rezada? Yo y el otro asistente a la Misa no
“participábamos” de manera activa. Y sí, uno pasa de rodillas más tiempo que en
la Misa normal, pero las horas frente al Santísimo ya me dieron entrenamiento
para estar en esta posición.
El segundo día, fui primero
a la Misa de rito ordinario en latín (las lecturas se realizan en español).
Esto me dio la posibilidad de simplemente observar la celebración del rito
extraordinario. Descubrí con cuidado muchas cosas que leí cuando preparé alguna
catequesis sobre Liturgia, cuando hablé sobre el sacramento de la Eucaristía y
que no me cuadraban en el rito que celebran en mi ciudad. De cerca, y con la
posibilidad de observar y casi escuchar los susurros del sacerdote en la
celebración, pude ir comprendiendo este sacrificio incruento en el altar. Todos
los gestos, el cuidado, el respeto, la solemnidad tanto del sacerdote como del
monaguillo eran para mi impresionantes.
Ese segundo día, en horas
de la tarde se celebró la Misa cantada. La primera Misa cantada en mi vida. Me
conmovió ver a las demás mujeres y niñas con el velo, pensando para mi misma
ahora sí no soy la “rara”. En el Motu Propio del Santo Papa Pio X “Tra Le
Sollecitudini” se menciona que la música está al servicio del culto, razón por
la que no puede ser la protagonista de una Misa. En este caso, desde el canto
de entrada, el Gloria, el Kyrie, el canto de la comunión y hasta el final, la
música no incomodó ni protagonizó, al contrario acompañó en lo solemne de la
celebración.
En esta celebración fue más
evidente algo que es muy importante en el rito ordinario y que es la
participación activa del que asiste a Misa. En esta Misa pasé mucho tiempo de
rodillas, en oración en mi corazón, observando algo extraordinario, donde yo ni
mis hermanos reunidos en el templo teníamos que ser los protagonistas. El
incienso se usa de manera constante, y si bien alguna vez pensé que este podría
causarme alergia, uno reconoce que ese olor está asociado a algo fuera de este
mundo. Entre lágrimas reconocí cómo este es el sacrificio de Jesús al Padre,
por amor a los que en silencio estábamos presentes, y por amor a aquellos que
esperamos algún día estén presentes. Esta presencia real de Jesús y su Corte
Celestial fue evidente, de rodillas y mirando fijamente el altar, me sentía
estremecer. Uno que se reconoce pecador, se siente conmovido de poder estar
allí presente, cada músculo tiembla de emoción y se conmueve con el santo Sacrificio de Jesús.
Comprendí a cabalidad por
qué debo un respeto a un sacerdote, pues esas manos en el momento de la Misa,
tocan a mi Señor. Comprendí muchas cosas más con mi mente, al mismo tiempo que mi
corazón clamaba por dentro: ESTE ES EL CULTO QUE TU TE MERECES DIOS TODO
PODEROSO!!! A ti el Honor y la Gloria por los siglos de los siglos!. Creo que
todos los salmos de alabanza de la Liturgia de las Horas brotaron desde lo más
profundo de mi ser.
El momento de la Comunión
fue realmente de gozo! Hace unos meses estuve meditando sobre este momento. El
mismo Cristo resucitado ofreciéndome el alimento que mi alma necesita para la
vida eterna. Realmente tiene sentido recitar el acto de contrición y repetir
tres veces el “Señor, no soy digna de que entres en mi casa, pero una palabra
Tuya bastará para salvarme”. Allí, de rodillas esperando mi turno para recibir
a Cristo en tan humilde forma, mi corazón latía como cuando uno va enamorado al
encuentro del Amado. Y en ese instante escuché: “Corpus Domini nostri Jesu
Christi custodiat animam tuam in vitam aeternam. Amen” (“El Cuerpo de nuestro
Señor Jesucristo guarde tu alma para la vida eterna. Amen”).
Cuanta belleza! Cuanta
sacralidad y respeto! Si el problema de que mucha gente se queja de que la Misa
es aburrida, es porque no han vivido esta celebración y definitivamente ignoran
lo que acontece. Al final de la Misa, no pude evitar pensar que mucha gente
jamás es preparada para la Misa y mucho menos tiene la oportunidad de conocer
este rito como parte de la riqueza que preserva la Iglesia.
No pude evitar tampoco,
sentir mucha tristeza, porque estuve a la entrada del Cielo, y ahora me toca
volver a una ciudad, donde ni siquiera el rito ordinario se celebra con esmero.
Del monte donde vi a mi Señor, al desierto, donde la Misa es maltratada por
complacer a los asistentes, por agradar al mundo. Muchos pensamientos más tuve
luego de esta experiencia, pero ahora comprendo porque la búsqueda, el
prepararme… y es que a falta de una guía por parte de los sacerdotes, un
católico debería prepararse a si mismo. El rezo del Rosario, la Adoración
Eucarística, la Confesión y la oración constante, fueron creando en mi un
espíritu dispuesto a la contemplación, razón por la cual pude vivir y sentirme
en casa durante las Misas de rito extraordinario. Me bajé de mi comodidad y
flojera, para buscar al Amado, al que sacia mi sed. Y cuanto amor derramó sobre
mi, pequeña hijita suya.
Ruego a Dios Padre, Hijo y
Espíritu Santo, y pido la intercesión y oración de los ángeles, santos y de
nuestra Madre, para que más cristianos puedan conocer, educarse y tener la
dicha que yo experimenté por breve tiempo.
Judica me, Deus, et discerne
causam meam de gente non sancta.
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